Tiempos de mi juventud,
para ver a mi consorte
me tomaba el tren del norte,
en Gaboto y Paysandú.
De bastón y de galera,
de polaina y de yuguillo,
los taitas del conventillo,
me llamaban Barba Azul.
¡Así fui yo!
Para vivir.
¡Así fui yo!
Para el querer.
¡Así fui yo!
Siempre feliz,
cuando tuve y he dejado de tener.
¡Así fui yo!
Para vivir.
Como un hombre, cuando el hombre
sabe ser.
Nunca me gustó apretar
el resorte de un gatillo,
ni jamás usé cuchillo
para hacerme respetar.
Y las veces que he tenido
que enfrentarme con un taita
no fue por ninguna paica
sino por mi dignidad.