La inmadura colonia se desvanece en su grito de libertad.
La música efervece cerebros blancos y el libro se hace cenizas.
Yace el cloro digno que enjuaga, la memoria es destituída.
Tachas oxidadas reemplazan la gomina, y la carne viva no sufre.
Cruzo la calle, el barrio no existe.
La arena erosiona las casas de chapa.
Distorsión, compresión, hipnotismo publicitario, fosforescencia
castrense, la inmunidad ilógica.
La sábana que cubre mi espalda cubierta de lágrimas permanece, y
el zócalo negro concluye en que todavía lo peor no ha llegado.
Amanece mi cerebro pero con cierta neblina.
Tus ojos en corrosión manifiestan tu locura.
Mis oídos se estremecen con sirenas de fondo.
Nuestras vidas son llevadas por las manos ¿del bien?