Esa guerra no es la mía,
no pretendo ningún Potosí,
qué hago yo con una espada
si me aterra ver un bisturí.
Sácame de entre las fieras
que prefiero la clausura
de estar entre tus caderas
a partirme la figura
por ahí, por ahí.
No quiero salir de ti
que hace mucho frío afuera,
deja que me instale aquí
donde siempre es primavera
como en Tahití.
Sálvame de la intemperie
que el Montaje me resulta hostil,
no me arrojes a la calle
que esa dama es una trampa vil.
Si no es mucha la molestia
déjame quedarme dentro
como la pequeáa bestia
que, perdida, va al reencuentro
del redil, del redil.
Mécete lo imprescindible,
que no hay que abordar ningún botín,
navegando a la deriva
llegaremos al postrer confín,
ese extraáo paraíso
de invertidos catalejos
donde no hay más compromiso
que el deber de estar muy lejos
del motín, del motín.