Después de las rupturas,
iniciada la tibia mansedumbre que sobrevive,
brasas primeras del atardecer premonitorio
en el hervor de las memorias.
Ahora en horas de escasos segundos
empiezan las piedras a ser mortales
y el viento, como insultos cansados,
debilita el paisaje.
Después de las rupturas,
exánimes, se rompen ellas mismas,
una a una.