Latieron dos corazones, juntando sus desvarios, uno debía de ser tuyo, el otro debió de ser mío. Quiso la vida juntarnos, como el amargo a la hiel, nadie podrá separarnos, sí tu eres mujer, mujer. Yo quiero que nunca me dejes, que nunca te alejes de mí, que sean tus palabras las dulces promesas que yo te pedí. Que rasgue tu pecho la queja de mí alma como una oración; que no me traiciones, que me lleves dentro de tu corazón. Yo quiero pedirle a la vida, clemencia una vez nada más, y que ella en voz baja me diga, si acaso me ha visto llorar. Llorar de tristeza, llorar de alegría, mirándote ajena sintiéndote mía, pero mía nomás. Llorar de tristeza, llorar de alegría, mirándote ajena sintiéndote mía, pero mía nomás.