Cuando tu te acercaste aquella tarde,
con tus ojos ingenuos, azul gris,
la dicha por tenerte fue tan grande
que arrojé mi tristeza del veliz.
Al momento yo quise conquistarte,
te pregunté tu nombre y dirección,
del teléfono el número y llamarte
porque me desbordaba el corazón.
Me diste tanto sin pedirme nada,
tan sólo te entregaste por amor,
más te alejaste aquella madrugada
sin importar cuál fuera mi dolor.
No sé por qué razón de mi te fuiste,
más tengo que aceptar la realidad
cargaré mi veliz de un hombre triste
que la felicidad quiso encontrar.
Jamás me olvidaré de aquellas horas,
que juntos disfrutáramos feliz,
brincoteando los tumbos de las olas
en el mar de tus ojos azul gris.