Resulta que agarré y que decidí matarme
porque ya no había nada de donde agarrarme.
No es que yo sea un tipo bajoneado,
pero no me iba a salvar ni Superman drogado.
Una cosa sí tenía bien clarita:
al cielo no iba a ir ni aunque me dieran guita.
EL infierno para mí era una maravilla,
o reencarnar en Cordon Blue o en Sanchez Padilla.
Así que sí, si, iba a pedir
que al cielo yo no pretendía ir,
y a ver con quien tenía que ir a hablar
que yo tenía cuáa en el Uruguay,
así que no, no, por favor
al cielo no.
Al cielo siempre me lo había imaginado
como cuando se moría un dibujo animado,
como algún cuadro horrible de Miguel Angel,
o como el paraíso que contaba el Dante.
Pero quien me convenció de que el cielo era un bodrio,
aunque yo ya le tenía un poco de odio,
fueron las palabras de mi abuela Popa
cuando se me aparecía jugando a la copa.
Y que decía "mirá mi amor
acá en el cielo todo es de terror,
porque no hay quiniela ni hay maní
ni ningún bar donde tomar anís"
así que no, no, por favor
al cielo no.
De rebote me enteré que la eternidad
dura mucho tiempo, y a veces más
y no puedo soportar que todo prosiga
sentado en una nube como un vejiga.
Tocando mal el arpa y desafinando
rodeado de angelitos siempre meando,
sacando telaraáas de mis genitales
porque allá son todas vírgenes las orientales.
Prefería e el infierno estar
aunque tuviera que soportar
a Rivera a Oribe y a Garzón
y la hinchada de Peáarol
así que no, no, por favor
al cielo no.