Ayer cuando te vi tan altanera
pasear con el que fuese mi rival,
pensé en aquellas quince primaveras
que dio más hermosura a tu mirar.
Pero hoy no sos la misma que eras antes,
la luz que hubo en tus ojos se apagó,
tenés una amargura en tu semblante,
que nadie ha de saberla como yo.
Y aunque me niegues que has sufrido
yo bien sé que has vivido
mil horas angustiosas
y que en tu pecho se han quedado
las dichas del pasado
como marchitas rosas...
Si por otro hombre me dejaste,
no quiero reprocharte
lo mal que me has querido.
Vos sos mujer y te perdono
que al fin con tu abandono
me has hecho más feliz.
Yo soy como la abeja, libre vuelo
y en pos de otro cariáo mi alma va,
pues cuando necesito algún consuelo
hay otra que a mi vida se lo da.
Y ya que fue tu gusto el despreciarme
jamás nunca a tu lado volveré.
Te pago como has sabido pagarme,
y todo aquel pasado olvidaré.