Un patio de conventillo
bajo la parra fulera
y una viola milonguera
que esgunfia con su estribillo
un compadre estilizado
salido de los versos
de Carlos de la Púa
y un lunfardo remanyado,
bacán de la ganzúa
por pura vocación.
Sobre el viejo patio'e ladrillo
paran dos pibes un bolón
y el encargao del conventillo
tira la bronca con razón.
Sí pegás de repe no vale,
dice el rebolo cascador,
porque los pibes del suburbio
nunca la ganan a traición.
Cien pasiones se prendieron
en la antorcha de sus ojos
y en sus lindos labios rojos
y en las crenchas de su pelo,
porque, igual que los gorriones,
sus veinte primaveras
sangraban en canciones,
en el patio proletario,
perfumado de diosma,
de orégano y clavel.
¡Sobre el viejo patio'e ladrillo
tuvo el lunfardo su ilusión
y la pebeta del conventillo
con su prontuario fue una flor;
pero, enceguecido de celos,
el otro taita compadrón,
sin la nobleza de los pibes,
vino de repe y lo mató.