Seguiré conduciendo
mi pequeáo navío,
en el que caben todos
los amores tan míos.
Los amores tan míos,
ausentes y palpables,
lo que crece tan lejos
no me hiele ni amargue.
No me hiele ni amargue
que no tengo otra vida,
sólo esta pasajera,
errante, dividida.
Así tan divida,
las aguas imposibles
por el mar del destierro
hasta el río apacible.
Y a ese río apacible
acerco mi navío
hasta abrazar la tierra
y besar el rocío.