Es un asunto muy delicado el de la pena capital, porque además del condenado, juega el gusto de cada cual. Empalamiento, lapidamiento, inmersión, crucifixión, desuello, descuartizamiento, todas son dignas de admiración. Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera. La hoguera tiene qué sé yo que sólo lo tiene la hoguera. Sé que han probado su eficacia los cartuchos del pelotón; la guinda del tiro de gracia es exclusiva del paredón. La guillotina, por supuesto, posee el chic de lo francés, la cabeza que cae en el cesto, ojos y lengua de través. Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera. La hoguera tiene qué sé yo que sólo lo tiene la hoguera. No tengo elogios suficientes para la cámara de gas, que para grandes contingentes ha demostrado ser el as. Ni negaré que el balanceo de la horca un hallazgo es, ni lo que se estira el reo cuando lo lastran por los pies. Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera. La hoguera tiene qué sé yo que sólo lo tiene la hoguera. Sacudir con corriente alterna reconozco que no está mal: la silla eléctrica es moderna, americana, funcional. Y sé que iba de maravilla nuestro castizo garrote vil par ajustarle la golilla al pescuezo más incivil. Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera. La hoguera tiene qué sé yo que sólo lo tiene la hoguera.