Veinte aáos vivieron el uno junto al otro,
veinte aáos de cardo de cereal y de trilla,
la rueda del molino, acompasaba las horas
y el invierno dormia en la hiedra amarilla.
El cuidaba de todo, con prudencia callada,
lo mismo los ganados, que la cosecha fina,
ella cruzaba el patio, como rueda de espuela,
entre el pozo de agua, la mesa de harina.
En inviernos atroces, en veranos soleados,
durante veinte aáos, se hicieron compaáia,
nunca se preguntó, si la habia querido,
que son esas palabras, estaba y la tenia.
El no necesitaba noción mas detallada,
que conocer su nombre, y el nombre lo sabia,
él la llamaba Carmen en la sombra y la tarde,
cuando la luz es lámpara de mecha tardia.
Veinte aáos vivieron el uno junto al otro,
sin ver apenas médico, peón, colono, artista,
el tren pasaba lejos como un cuento de infancia,
y el no se preguntaba si en verdad la queria.
Ella murio lustrando la vajilla de plata,
en el ancho silencio de la tarde vacia,
el aprendio de golpe, como caen las heladas,
que el amor es amor, aunque no se lo diga.