En soledad anoche
me senté junto a la orilla.
El cielo andaba falto de estrellas
y el mar estaba tranquilo y silencioso.
Tu trémula presencia soberana
se proyectó en la pantalla de mi mente
aunque creía totalmente desaparecido
cualquier destello de cariáo por tu parte.
Musité tu nombre en voz baja
como solía hacerlo antes
y oí el graznido triste
de una solitaria ave marina.
Perdóname si ni siquiera deseabas
poner tu preciosa sombra a mi lado,
pero el cielo andaba falto de estrellas
y el mar estaba tranquilo y silencioso.