Canto a la pampa, la tierra triste, réproba tierra de maldición que de verdores jamás se viste ni en lo más bello de la estación. En donde el ave nunca gorjea, en donde nunca la flor creció ni del arroyo que serpentea su cristalino bullir se oyó. Hasta que un día como un lamento de lo más hondo del corazón por las callejas del campamento vibra un acento de rebelión. Eran los ayes de muchos pechos de muchas iras era el clamor la clarinada de los derechos del pobre pueblo trabajador. Benditas víctimas que bajaron desde la pampa llenas de fe y a su llegada lo que escucharon voz de metralla tan sólo fue. Baldón eterno para las fieras masacradoras sin compasión queden manchadas con sangre obrera como un estigma de maldición. Pido venganza para el valiente que la metralla pulverizó pido venganza para el doliente huérfano y triste que allí quedó. Pido venganza por la que vino de los obreros el pecho a abrir pido venganza por el pampino que allá en Iquique supo morir.