El barón Megata, en el año veinte,
Se tomaba el buque con rumbo a París,
Y allí, entre los tangos y el ""dolce far niente"",
El japonesito se hizo bailarín.
Flaco y bien plantado. Pinta milonguera.
De empilche a lo duque, aun siendo barón.
Bailó con Pizarro, y una primavera
Empacó los discos y volvió a Japón.
Y así llevó el tango
A tierra nipona,
Donde gratarola
Lo enseñó a bailar.
Cuentan que Megata
No cobraba un mango,
Por amor al tango
Y por ser bacán.
No sólo enseñaba cortes y quebradas,
También daba clases de hombría de bien
Junaba de noches y de madrugadas,
Piloteaba aviones y más de un beguén.
Y tal vez ahora, que está aquí presente,
Mientras una Sony nos pasa ""Chiqué"",
Alguien, allá en Tokio, elegantemente,
Baile a lo Megata sin saber quién fue.