Yo que conozco tu cuerpo
mejor que nadie en la vida
descubro bajo tu brazo
fragancias dulces que incitan
a que cierre las persianas
y acaricie tu colina
que despierta mis deseos
en la siesta de la isla.
Y nuestros cuerpos se hundan,
desnudos en la sombrita.
Cae la blusa de lo alto,
quítame todo , decías,
como borrachos de ganas,
ocurre todos los días,
respirar de esta manera
los dos vientres que palpitan
ambos buscando su centro,
antesala de caricias.
Y de nuevo sorprenderse
del mundo de las delicias.
En tus brazos y los míos
perlas de pasión transitan,
el vaivén de las caderas,
un corazón que se agita,
sube y baja la marea,
vuelve mil veces, respira,
sal y yodo entre tus piernas,
alimenta y debilita.
Y estallo como una ola
en tu caleta bendita.
Después de habernos amado
sin restricción ni mentiras,
me inclino a beber el agua,
nuestras rodillas vacilan,
volver de a poquito al mundo
con la pupila lejana,
cansancios de navegantes
que arribaron a la playa,
cruzando los siete amores,
felices de la batalla.