(A Ricardo García.)
Por todos los caminos de la noche te acercas
a lamerme los sueáos, a sembrarme el insomnio,
a mantenerme abiertos los párpados pesados
y al aclarar el mundo me pregunto hasta dónde
debí haberte dejado que entrarás de repente
por esa puerta abierta.
De todo cuanto vuela sólo tuyo es el aire,
de todo cuanto nada sólo tuya es el agua,
de todo cuanto corre sólo tuyo es el polvo
y se invierte la duda preguntándome ardiendo
si tiene algún sentido que ahora quiera cerrarte
aquella puerta abierta.
¿Pero entonces, qué hacemos
que nos devolvemos
la mitad de la vida
que tomamos del otro?
¿Y no dejas que entorne
mi puerta y que me duerma
con el alma quemada
por tu pacto de fuego?
Por todos los caminos de la noche te acercas
hecha de piedra y polvo, de pálidos pavores,
de demora incontable, de sosegada angustia
y sin embargo nada sucede y en mi pecho
siento un fulgor eriazo porque parece que andas*
pero no llegas nunca.
* En el casete Patricio Manns en Chile dice: sangra un fulgor eriazo porque parece que andas.