Desde la provincia me vine acá,
el cemento duro se me ablandó
porque la guitarra tendió su cuerda
y salió un sol nocturno
que me cantó.
Derramé mi voz sobre la ciudad,
hice mano diestra en el guitarrear,
educó mi sueáo la trasnochada
y entonces mi boca
aprendió a cantar.
Gracias, Buenos Aires, quiero gritar
con la voz mojada del corazón.
Gracias por las cosas que me entregaste
y que sueáan ardiendo
en esta canción.
Porque en Buenos Aires yo te encontré
en la magia azul de tu juventud,
y mi vientre lleno de mundos nuevos
reveló a tu vientre
su plenitud.
Ojalá que nunca me dejes ir.
Acabó la niebla y la soledad:
ha llegado el tiempo de amarte entera
en días y noches
sin piel ni edad.