Del quince al veintiuno,
mes de diciembre,
se hizo el largo viaje
por las pendientes.
Veintiséis mil bajaron
o tal vez más
con silencios gastados
en el Salar.
Iban bajando ansiosos,
iban llegando
los miles de la pampa,
los postergados.
No mendigaban nada,
sólo querían
respuesta a lo pedido,
respuesta limpia.
Algunos en Iquique
los comprendieron
y se unieron a ellos,
eran los Gremios.
Y solidarizaron
los carpinteros,
los de la Maestranza,
los carreteros,
los pintores y sastres,
los jornaleros,
lancheros y albaáiles,
los panaderos,
gasfiteres y abastos,
los cargadores.
Gremios de apoyo justo,
de gente pobre.
Los Seáores de Iquique
tenían miedo;
era mucho pedir
ver tanto obrero.
El pampino no era
hombre cabal,
podía ser ladrón
o asesinar.
Mientras tanto las casas
eran cerradas,
miraban solamente
tras las ventanas.
El Comercio cerró
también sus puertas,
había que cuidarse
de tanta bestia.
Mejor que los juntaran
en algún sitio,
si andaban por las calles
era un peligro.