El niáo que fui
A veces el cristal del llanto me da
pájaros sin voz en el corazón
y se me pone gris en algún cajón
donde mi niáez vive su soledad.
En un pino que fue rama dulce ayer,
bomba de color, barco en el amor
que el viento azotó y por fin ancló
en el arenal de mi soledad.
Es sólo un niáo que por primera vez
se asoma al dolor desde su candor,
una carta más que no llegará.
Es distancia y mar, torpe despertar.
Es mi llanto, por fin, un viejo país
donde va feliz el niáo que fui.