¡Viva la peletería!
¡Manchar el lujo con sangre!
¡Vestir a la seáoritas
con la vida de otras madres!
Ciego el hombre
en el absurdo
de vivir en la codicia
insiste en que corra la sangre
por el río de la injusticia.
La sinrazón de esas victimas
la llorarán sus familias
a costa de que el dinero
rechace las nobles críticas.
Se han cargado otro
animal, ¡es legal!...
para vestir,
para lucir a una madame.
Han disecado otro animal,
¡es ilegal!...
Un trofeo,
otra vitrina a llenar.
No podemos tolerar
comerciar la crueldad.
No hay derecho a limitar
la vida de un animal.
Nadie la puede juzgar.
¡No es de su propiedad!
Tenemos que condenar
sus ansias de asesinar.
La muerte es negociada
por cirujanos de cerebros
que adormila la conciencia
de los ricos monederos.
Y como siempre sucede,
donde impera el dinero
se perdona la injusticia.
¡Lo digno no tiene precio!
Ante esto tan despreciable
vamos a anular
el respeto que les permite
esta masacre